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Los dos loros y la cotorra de Tomás de Iriarte




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Los dos loros y la cotorra

De Santo Domingo trajo
dos Loros una Señora.
La isla en parte es francesa,
y en otra parte, española.
Así, cada animalito
hablaba distinto idioma.
Pusiéronlos al balcón,
y aquello era Babilonia.
De francés y castellano
hicieron tal pepitoria,
que al cabo ya no sabían
hablar ni una lengua
ni otra. El francés del español
tomó voces, aunque pocas;
el español al francés
casi se las toma todas.
Manda el Ama separarlos,
y el francés luego reforma
las palabras que aprendió
de lengua que no es de moda.
El español, al contrario,
no olvida la jerigonza,
y aun discurre que con ella
ilustra su lengua propia.
Llegó a pedir en francés
los garbanzos de la olla,
y desde el balcón de enfrente
una erudita Cotorra
la carcajada soltó,
haciendo del Loro mofa.
Él respondió solamente,
como por tacha afrentosa:
– Vos no sois que una purista.
Y ella dijo: – A mucha honra.
¡Vaya, que los Loros son
lo mismo que las personas!

Fin de Los dos loros y la cotorra de Tomás de Iriarte.

Moraleja

Los que corrompen su idioma no tienen otro desquite que llamar puristas a los que le hablan con propiedad, como si el serlo fuera tacha.

Curiosidades sobre la vida y obra de Tomás de Iriarte

Perteneciente a la segunda generación neoclásica junto a autores como Samaniego o Meléndez Valdés, Tomás de Iriarte se suma al abandono del barroquismo con sus Fábulas literarias, una recopilación de apólogos en torno a temas cuya novedad no pasó desapercibida en su época. Retomando la hominización de los animales en la construcción del discurso moral, Iriarte encuentra sus bases en fabulistas clásicos como Esopo.