La fábula para niños La liebre y la tortuga de Esopo concluye con una didáctica moraleja, como es propio de una buena fábula. Que tengas una buena lectura.
En un frondoso bosque, donde los animales se reunían para contar historias y compartir experiencias, se tejía una fábula que pronto sería recordada por generaciones. Una liebre arrogante, conocida por su rapidez y agilidad, se burlaba sin piedad de una tortuga, cuya marcha lenta y patas cortas eran objeto de sus mofas constantes.
La tortuga, lejos de ofenderse, respondía con una serenidad que exasperaba aún más a la liebre:
«Podrás ser veloz como el viento, pero en una competencia, te demostraría que mi constancia supera tu velocidad.»
La liebre, envuelta en su arrogancia y seguro de su superioridad, aceptó el desafío. Juntas, propusieron a una zorra neutral que marcara el camino y la meta para la carrera.
El día de la competencia llegó, y con él, una multitud de animales ansiosos por presenciar el enfrentamiento entre la rapidez y la constancia. Al sonido del silbato de la zorra, ambas partieron al unísono.
La liebre, confiada en su ventaja, corrió con toda su fuerza al principio, dejando atrás a la tortuga que avanzaba con paso lento pero inquebrantable. Sin embargo, el orgullo de la liebre la llevó a subestimar a su oponente, y en su arrogancia, decidió tomarse un merecido descanso.
Mientras la liebre dormía plácidamente bajo la sombra de un árbol, la tortuga continuaba avanzando paso a paso, sin detenerse por ningún motivo. No importaba cuán lento fuera su progreso, su determinación era su mayor fortaleza.
Cuando la liebre despertó de su sueño, alarmada por el tiempo perdido, se apresuró a retomar la carrera con toda su velocidad. Pero al llegar a la meta, se encontró con una sorpresa que la dejó sin aliento: la tortuga había llegado primero, con una sonrisa triunfante en su rostro.
La lección resonó en todo el bosque: la constancia y la determinación, aunque lentas, son más poderosas que la velocidad sin rumbo. La humildad reemplazó la arrogancia en el corazón de la liebre, y desde entonces, valoró la virtud de la perseverancia tanto como su propia velocidad.
Fin de La liebre y la tortuga de Esopo