Lee la fábula para niños La Campana y el Esquilón de Tomás de Iriarte, comprende las enseñanzas de su moraleja final y descubre también alguna curiosidad sobre la vida y la obra de su autor, Tomás de Iriarte. Si quieres, puedes dejar que nuestro lector automático lea esta fábula para ti, disfruta gratis del placer de la lectura de La Campana y el Esquilón.
La Campana y el Esquilón
En cierta catedral una Campana había
que sólo se tocaba algún solemne día.
Con el más recio son, con pausado compás,
cuatro golpes o tres solía dar, no más.
Por esto, y ser mayor de la ordinaria marca,
celebrada fue siempre en toda la comarca.
Tenía la ciudad en su jurisdicción
una aldea infeliz, de corta población,
siendo su parroquial una pobre iglesita
con chico campanario, a modo de una ermita;
y un rajado Esquilón, pendiente en medio de él,
era allí quien hacía el principal papel.
A fin de que imitase aqueste campanario
al de la catedral, dispuso el vecindario
que despacio y muy poco el dichoso Esquilón
se hubiese de tocar sólo en tal cual función;
y pudo tanto aquello en la gente aldeana,
que el Esquilón pasó por una gran Campana.
Muy verosímil es, pues que la gravedad
suple en muchos así por la capacidad.
Dígnanse rara vez de despegar sus labios,
y piensan que con esto imitan a los sabios.
Moraleja
Con hablar poco y gravemente logran muchos opinión de hombres grandes.
Curiosidades sobre la vida y obra de Tomás de Iriarte
Permaneció en las Islas Canarias hasta el año de 1764, fecha en la que le reclamó desde Madrid su tío don Juan de Iriarte, bibliotecario de S. M. y traductor de la primera Secretaría de Estado, gran latinista, académico de la Española y de la de San Fernando. Durante los primeros años de estancia en la capital aprendió la lengua francesa, perfeccionó la inglesa, completó su cultura y adquirió nuevos conocimientos de Retórica y Arte Poética, materias que eran muy de su agrado. Animado por el trato con los escritores que frecuentaban la casa de su tío en que vivía, compuso varias composiciones poéticas de juventud que no tienen particular interés más que como ejercicio literario. La primera obra original que editó fue la comedia Hacer que hacemos (1770), escrita en verso, con el nombre de don Tirso Imareta, anagrama de don Tomás de Iriarte. Debió de sentir una cierta desconfianza hacia esta pieza teatral primeriza ya que, años después, no la incluyó en su Colección de obras editadas en vida. Estos inicios literarios confirman el interés de Iriarte por el género dramático, así como su colaboración en las polémicas para la renovación teatral.